La miel que procede de Suramérica puede contener transpolen de Monsanto.
La ingeniería genética se extiende por todas las actividades humanas, desde la agricultura a la medicina. Ahora ha llegado de pleno a las mieles. Los análisis demuestran que la mitad de los tarros que se encuentran en los supermercados contiene polen transgénico. La miel contaminada procede principalmente de Argentina y se envasa en Europa. El polen del maíz MON 810 y el de la soja Roundup Ready, ambos productos patentados por la empresa Monsanto, son inventos transgénicos que, transformados, se hallan en la miel y, por supuesto, sin que en la etiqueta aparezca ninguna advertencia. Esto ocurre tristemente con un producto que es emblema de la pureza y la alimentación natural.
El polen, recolectado por la abejas y convertido en dulce manjar a través de la acción de las enzimas digestivas del insecto, madura en la siempre activa colmena. Sin embargo, la apicultura industrial ha complicado las cosas al utilizar, a menudo más allá de lo razonable, plaguicidas, antibióticos y medicamentos de los que se hallan restos en la miel.
Además, se manipula el producto de manera agresiva, lo que destruye o altera parte de sus elementos constituyentes. Una gran parte de sus principios activos son sensibles a los incrementos de temperatura y al influjo de la luz, por lo que la miel debe ser manipulada con gran cuidado. Existen tests que valoran la calidad del producto final. Se mide, por ejemplo, la proporción de hidroximetilfurfural, un compuesto que se genera por la degradación de los azúcares cuando se someten al calor y durante el almacenaje. Un segundo indicador es la actividad de una enzima de la abeja llamada invertasa, que indica si la miel ha sido expuesta a aumentos de temperatura, así como el grado de maduración.
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